viernes, 7 de octubre de 2011

Desde los Baños de Panticosa tres tresmiles

"Del 16 al 18 de septiembre"
- Aguja de Pondiellos (3011m) 
- Garmo Negro (3051m)
- Pico Algas (3036m)


Una vez terminamos nuestras respectivas jornadas laborales partimos de nuestro habitual punto de reunión, tomábamos rumbo a los Pirineos un aragonés y el castellano que suscribe estas palabras.

Después de un viaje que ya nos sabemos monótono y repetitivo, sólo nos sorprende -cuando el tiempo lo permite- la contemplación de las vistas que nos ofrece el puerto de Monrepós. Nos permite divisar parte de la inmensidad de los Pirineos aragoneses, la Brecha, Monte Perdido, el Cilindro, viejos amigos que nunca parecen envejecer. Somos nosotros quien, tras los años, encanecemos, nos debilitamos. En cambio, ellos rejuvenecen en primavera y verano, para palidecer y platear sus cabezas en otoño e invierno, para otra vez seguir el trascurso de este ciclo infinito. Son ellos y no nosotros quien nos recuerdan el mito del eterno retorno, como tampoco es casualidad que del inerte hielo de invierno nazca la vida en primavera.

Pero volviendo a nuestro viaje, a oscuras y más tarde que pronto llegamos a los Baños de Panticosa, excelente ubicación para tomarse unos días de descanso y relajación, sobre todo para aquel que pueda permitirse pagar las caras facturas de tan selectas instalaciones. También cabe la posibilidad para los auténticos amantes de la montaña y el mundo, subir y subir hasta alcanzar otro mundo. Nosotros, por nuestra parte, nos conformamos con poder disfrutar del aire límpido, el verdor de los bosques, las aguas cristalinas y las conmovedoras vistas de las montañas que intentaremos ascender al día siguiente.

Tomamos una frugal cena y nos dispusimos a pernoctar en el coche de la mejor manera posible. El cansancio de toda la semana de trabajo y el viaje se hizo notar pronto. Repentinamente caíamos rendidos sobre los brazos algodonosos de Morfeo. Cuando nos dimos cuenta que lo que creíamos de naturaleza morfeica con algonodosa textura no era tal y era áspera e incómoda, sonó el despertador, eran las 7 de la mañana nos dábamos cuenta que estábamos maltrechos encima de los asientos del coche.

Un café, un chocolate, un gofre, dulces, galletas, aire puro, árboles, frío y por supuesto, montañas. En ese momento, tomamos conciencia de lo afortunado que éramos al poder disfrutar de una mañana como esa, teniendo todo esto, ¿quién desea más?

Desde Baños de Panticosa tomamos la senda que va en dirección al Garmo Negro pasando por la Mallata Baja. En un momento determinado habiendo ascendido algunas horas, se abre una bifurcación, la senda de la izquierda es la normal al Garmo Negro, la de la derecha es la que va al Collado de Pondiellos, también es senda normal para los Picos del Infierno.

En el transcurso de la marcha hicimos alguna parada para contemplar el magnífico paisaje e hidratarnos, hasta que llegamos a lo que sería nuestro “campamento” en el collado de Pondiellos. Un poco más abajo del collado, yendo dirección a los ibones de Pondiellos, se encuentra un vivac magnífico para dos personas. Constituido por una gran laja inclinada cerrada por piedras puestas por los montañeros. Lo tomamos como nuestro almacen, dejamos los sacos de dormir, la comida y toda aquello que no era imprescindible para la realización del cresterío.
"Ibones de Pondiellos"
Una vez rehechas las mochilas nos dispusimos a avanzar hacia la Aguja de Pondiellos. Directamente desde el collado sube una pedrera descompuesta con algunos hitos, que nos dirigen hasta una estrecha canal de piedra deshecha que asciende prácticamente hasta la misma cúspide de la Aguja. No tenía pérdida. Una vez en la cima de la Aguja, pudimos observar la empinada pared que ascendía desde el collado de las águilas hasta la cresta del Garmo Negro. No se veía la ruta claramente, pero justamente en medio de nuestro debate sobre qué ruta tomar, apareció una pareja con las mismas intenciones que nosotros, subir al Garmo Negro. Por desgracia tampoco ellos sabían exactamente el camino que debíamos tomar. Así pues tras intercambiar pareceres y diversas informaciones al respecto, fui a investigar si realmente por allí había alguna manera de tomar la cresta. Bajé por un pequeño sendero resbaladizo y observé a ambos lado del estrecho collado. Hacia el lado derecho, una gran caída que daba con los ibones de Pondiellos y hacia el lado izquierdo un abrupto desfiladero que terminaba también en un cortado impracticable. Sólo me quedaba una alternativa, la subida. Observé la inclinación y las presas, parecía asequible. Eso si, la situación no dejaba margen de equivocación o tropiezo pero desde luego se podía hacer, era fácil. Se lo comuniqué a mi compañero aragonés, al principio fue un tanto reacio, pero una vez a mi lado pudo constatar la facilidad de la subida. Tomamos si más dilación la trepada como único rumbo posible. Tras algunos metros con buenísimos agarres, sufrí el desprendimiento de una de mis presas en la que me asía con una de mis manos. Unos instantes de contención de la respiración bastaron para seguir la trepada. Suerte que justo debajo de mi no se encontraba nadie, pues el desprendimiento de rocas fue bastante numeroso y grande. Superamos toda la pared si más contratiempos hasta alcanzar la cresta. Magnífica cresta, suave y estrecha, ahora si podíamos disfrutar de todo lo anterior, sabíamos que ya habíamos superado el tramo más expuesto. De ahí a la cima del Garmo Negro no fueron más de cinco minutos de disfrute profundo y agradable.
"Garmo Negro y Aguja de Pondiellos"
Una vez en la cima, constatamos sin ninguna duda el empeoramiento del tiempo, todo se había llenado de nubes negras y apenas podíamos ver las cimas de los pico Argualas y Algas. Pero según bajábamos de la cima el cielo empezó a despejarse de manera casi milagrosa. Debatimos, pensamos y al final optamos por subir, al menos, a la cima del Algas, podíamos verla con claridad y desde nuestra posición no serían más que quince minutos de ascensión por un evidente camino, allí arriba ya decidiríamos.
"Pico Algas"
 Ya arriba, en la cima del pico Algas, se veía toda la cresta que une a este pico con el Argualas, una auténtica cresta para disfrutar pero esta vez, la amenaza de lluvia nos obligó a desistir de nuestra tentativa de crestear de pico a pico. No parecía tan eminente la lluvia, seguramente nos daría tiempo de sobra a llegar al pico Argualas, pero siendo sinceros con nosotros mismos la vuelta no la veíamos tan clara. Sin darle demasiadas vueltas tomamos la determinación de volver al collado de Pondiellos y desistir, por hoy, de la cresta Algas-Argualas. La cresta aquí permanecerá, nos dijimos.

Tranquilamente, tomamos rumbo al collado por una senda pedregosa señalizada con hitos hasta tomar la canal que sube directamente al collado. Una vez allí, dispusimos todos nuestros enseres para pernoctar en aquel magnífico vivac que se encontraba pocos metros más abajo del collado de Pondiellos.

"Picos del Infierno"

Extraordinarias vistas, Picos del Infiero, Arnales, ibones de Pondiellos e incluso a ratos, allá a lo lejos, se asomaba la característica tenaza del Midi d´Ossau. ¿Quién podía desear, en ese momento, algo más placentero y gratificante que esas vistas y vivencias? En el crepúsculo del día, cuando el frío empezaba a arreciar y la lluvia se hacía más insistente, aparecieron en la cumbre del Pico Pondiellos un grupo de sarrios. No menos de doce, de todos los tamaños, bajaron tranquilamente hasta los ibones a beber. Nuestra presencia, no les molestaba en absoluto, ahora eramos una parte más de la naturaleza. Pensé, cómo hay gente capaz de romper esta agradable armonía matando a otros seres vivos, ¿Acaso el ser humano no debe tener una empatía superior como ente más elevado de la naturaleza?

Alejandro

lunes, 3 de octubre de 2011

ADELANTO Alpes

Vista de Monte Rosa desde Stafall (Valle de Aosta)

Amaneciendo desde el Collado Felik

Cima Punta Castore 4228, foto realizada por Jose

Arista de bajada desde la cima de la Punta Castore 4228